Muchas personas
que vivimos en las grandes ciudades “desarrolladas”, vamos con tanto ajetreo
que solemos priorizar lo urgente, a lo importante. Pongo un ejemplo muy simple que supongo a alguna
más le habrá pasado.
Estás teniendo una
conversación interesante con otra persona, o eligiendo los alimentos de mejor calidad en tu
compra semanal, y… ¡de repente suena el
teléfono móvil!, automáticamente dejas lo que estás haciendo y contestas. Porque
la llamada de teléfono, es como
si nos metiese prisa convirtiéndose en prioridad. Y quizá luego muy posiblemente, te
des cuenta que esa llamada podría ser
atendida más tarde o, era un reclamo publicitario de lo más pesado.
Es como si tácitamente todo lo que
nos rodea (whasapp, publicidad, obligaciones, trabajo, exigencias de los
demás..) nos invitase a huir de sentir en el presente, de lo que está ocurriendo. Son distracciones que producen la sensación de que no hubiese tiempo ni espacio para
escuchar y sentir cómo me siento ahora, en este instante con lo que estoy
haciendo y viviendo.
El cuerpo va por un lado y la mente por otro a
saber por dónde y en qué se enredó. En esta “dicotomía” personal, es posible
vayamos por la vida tratando aparentar que estamos y nos va bien todo el
tiempo ¡no es así!. Si vas “dividida”
todo el tiempo del día, estarás todo el rato de cuerpo presente, como dice el
gran Angel Lafuente. Y ¿quién está de cuerpo presente? El
muerto. Si vas como una muerta por ahí, seguro que te pierdes experiencias de todo tipo, ni tampoco
escucharás a tu cuerpo y menos esa voz
interior que te puede estar susurrando lo qué de verdad necesitas.
Existen altibajos, miedos a los que tratamos de ignorar o
disfrazar… ¡como todo el mundo mundial!.
Si así actuamos, casi que con
todo lo que tenga que ver con nosotros mismos, nos estaremos posponiendo, ya que consideramos que el “ring.. ring” de afuera es más importante que el que
nos suena adentro (emociones, molestias, incertidumbre, dolor…).
¿Tienes pensamientos o dices frases del tipo:
*Me agobian tantas responsabilidades familiares…
Las económicas… incluso ambas?.
*No aguanto a mi pareja… Mi pareja ya no me quiere?
*Tengo un estrés en mi trabajo… Tal “persona” me agobia…?
*Tengo que dejar este trabajo porque ya
no aguanto más?
* No consigo conciliar mi vida?
* Duermo fatal?
*Tengo molestias de estómago, dolor de
cabeza…..?
…
Y un largo etcétera ….
Si fuese afirmativo, recuerda que: Mente,
Cuerpo y Emociones van indisolublemente unidos, y no he puesto Espiritualidad
que también lo va. TODO lo que pasa
dentro de ti a NIVEL EMOCIONAL, repercute en tu CUERPO FÍSICO. Hay
emociones que no se acallan con pastillas ni con una escapadita de fin de semana, pese a
que puede ayudar.
Tu cuerpo físico no sabe gestionar un
estrés prolongado, un miedo, el odio, rencor, baja autoestima, trauma
emocional, ser esa persona que no eres….
Las emociones que no escuchas ni
gestionas, no se callan, hablan a través de tu cuerpo con dolor y más tarde con una enfermedad.
No siempre sabemos gestionar bien las situaciones difíciles, y esas emociones desagradables, van aparar al cuerpo por la vía somática sin pasar por el inconsciente.
Por ello casi nunca se asocia que “tal dolor”, viene de esa emoción sentida en “tal situación” que se vivió
anteriormente. Ese dolor te está hablando de una necesidad no cubierta y
desterrada de tu mente. ¡Estará fastidiando tu presente! de alguna manera.
Comienza por poner nombre a tu emoción y apellido a ese pensamiento que genera esa emoción. Presta atención a tus necesidades y
prioridades, no solamente a las de los demás. Es
hora de escuchar tu cuerpo. Es hora de sanar las células borrando sus
memorias. Llegó la hora de AMARTE y
hacer algo por y para ti, la persona más importante de tu vida.
Hay acciones, claves, que pueden dar una idea de cómo hacer el cambio y una mejora personal. Pedir ayuda a un profesional, o leer lo qué otras personas hicimos en similares circunstancias, puede hacer una diferencia.
¡Animo!
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