¿De dónde sale el perdón?, ¿De qué parte sale?, ¿Del alma?, ¿Del corazón?, ¿Del hígado que es en donde se acumula la rabia y la ira reprimidas?. Porque la falta de perdón se convierte en ira, y la falta de límites se convierte en rabia y ambas se acumulan en el gran almacén que tenemos en el organismo. Junto con el azúcar y las grasas se mezclan la rabia y la ira que hacen que el hígado se agote energéticamente e incluso, enfermé. “Donde haya ira, que yo ponga perdón..” creo que ésta frase es de S. Francisco de Asís y no sé por qué me acaba de venir a la cabeza, y tiene muchísima razón de ser.
Me ha llevado un tiempo descongestionar mi hígado. Hace años que sé, que estaba bloqueado energéticamente. Y es que estaba atascado de rabia. Esa emoción primitiva, primaria que desde muy niñ@s nos la impiden manifestar. ¡Nos dicen que es por nuestro bien!. Nadie nos explica, ni nos enseña cómo gestionarla. Y nos pasamos la vida tragándonos esa emoción que cuanto más la taponamos, más sale por las rendijas del silencio.
De acumule en acumule, vamos haciendo una montaña de granitos de arena enquistados; y al llegar a cierta edad, nos sorprendemos con enfermedades, con un carácter agrio, con soledades, abandonos y sobre todo, con mucha infelicidad. Deshacer esos nudos de impotencias acumuladas en llantos, con tiempo y mucha amargura, no se hace fácil la tarea. Si pedimos ayuda de profesionales "desatascadores"; dependiendo a cuál acudamos, nos llevará más o menos tiempo el poder lograrlo.
Si llamamos a un psicólogo/a, va a llevarnos en el mejor de los casos, sobre un año. Si vamos a un sanador holístico habrá que hacer muchas y variadas terapias. Si acudimos a un coach, puede llevarnos de cinco a ocho sesiones. Todo ello dependerá del grado de acumulación, del tamaño del atasco. A más edad, mayor será la tarea; es como la obesidad, a más kilos, más tiempo de régimen…
Pero es muy sanador pasar ese régimen por mucho que duela. A medida que vamos soltando lastre, todo se va alineando. De repente, nos vemos rodeados de magia, en donde todo fluye, todo encaja y lo más gracioso, aparecen perdones caídos del cielo a medida que el corazón comprende y transforma la emoción.
Pasar por el proceso del perdón a uno mismo, por el perdón a los demás, a los nuestros, es una tarea que recomiendo. Es el mayor lifting que podemos regalarnos. Es el regalo de libertad....
¡Nos lo merecemos!!