Había comenzado a escribir un artículo con una experiencia
personal similar a la de la protagonista de la siguiente historia. Por causalidad,
que no casualidad, un amigo me envía por correo lo mismo pero, escrita por el Psicólogo y experto en Hipnosis clínica reparadora el D. Armando Scharowsky. Y… ¡Qué mejor
explicación que la de el maestro!
“La
gente suele confundir las Enfermedades Psicosomáticas con las Enfermedades
Imaginarias. Por eso casi todos rechazan ofendidos esa
calificación para una dolencia sufrida en carne propia.
Pero si
bien una enfermedad psicosomática está generada por un problema psicológico en
lugar de un germen, eso no la vuelve menos real.
Al
contrario. Si usted se tuerce un brazo, podrá aliviar su dolor con un
analgésico o un antiinflamatorio. Pero si usted se siente culpable de haber
abofeteado a su hijito, y su psiquis ha decidido castigarlo con un dolor in-habilitante
en su brazo, el alivio farmacológico será mínimo. No estamos diciendo que su
dolor es imaginario. Su dolor es real, bien real. Pero para eliminarlo deberá
seguramente revisar por qué esta allí.
El
ejemplo dado es mínimo porque corresponde a situaciones momentáneas que muchas
veces se solucionan con el mero transcurso del tiempo. Pero existen otras dolencias
que corresponden a circunstancias acaecidas
a muy temprana edad, y que marcan completamente a una persona: asma,
fobias, alergias, dolores, fibromialgias, etc., más allá del
componente físico que tienen, que puede y debe ser combatido y aliviado con los
recursos de la Medicina, tienen un alto grado determinante psíquico, que
necesita del auxilio de un tratamiento psicológico.
Es en
esos casos es donde la Hipnosis aparece como un recurso
valiosísimo: las argumentaciones y razonamientos que se hacen
con el paciente en vigilia se dirigen al hemisferio cerebral izquierdo, el
lógico. Pero sucede que las misteriosas conexiones que convierten un evento
traumático en una disfonía psicosomática, o en una caída del cabello
inexplicable, están radicadas en el hemisferio cerebral derecho, el mágico, el
holístico. Y es exactamente allí donde se dirigen los recursos movilizados del
paciente en hipnosis.
El
paciente llega muchas veces con un síntoma misterioso que la medicina u otros
modelos terapéuticos no han podido esclarecer o, peor aún, con un veredicto de
incurabilidad dictado por algún profesional que no pudo encontrarle una
explicación.
Veamos un caso real para facilitar la
comprensión del lector:
A
nuestro último curso de Hipnosis Clínica Reparadora dictado en Noviembre 2011
en Medellín, Colombia, acudió como alumna Elena, una psicóloga guatemalteca de
38 años de edad. En nuestros cursos siempre efectúo algunas terapias para que
sirvan de ejemplo. En este caso, el problema de Elena era el de su
transpiración de las manos y del cuerpo que la ha venido torturando desde
pequeña. Cuando daba exámenes en la escuela y en la Universidad las hojas de
papel en que escribía se rompían por su sudor y al momento de contarnos su
problema, las gotas de su frente y de sus brazos caían ostensiblemente sobre el
piso.
Había
ensayado hasta ese momento todos los tratamientos inimaginables: no solamente
los provenientes del campo de la medicina sino también de las terapias
alternativas, los curanderos, etc. Nuestra teoría es que, aunque a nivel
consciente Elena no sabía por qué le pasaba esto, dentro de su mente estaba
toda la información.
Fue
colocada en Hipnosis, que se trata de una cómoda relajación, donde nunca se
pierde el conocimiento ni el control de lo que se dice, pero en la cual el
trance facilita la comunicación con las distintas capas del inconsciente (Sí: capas. Piense en la mente de las personas como en
una cebolla con capas de distinta profundidad y se estará acercando a la
verdad).
En ese
estado logramos el fenómeno de la «regresión hipnótica»: el yo que está situado
en el presente, se desplaza imaginariamente hacia atrás en el eje del tiempo y
vuelve a revivir las cosas que sucedieron hace mucho. Y
en ese proceso de revivificación de los recuerdos, reaparecen las emociones
perdidas y el paciente vuelve a llorar como un niño. Este es un
proceso difícil de describir con palabras.
Comenzamos
entonces a desgranar historias olvidadas o reprimidas y nos vamos acercando como
en un caracol imaginario al centro del mismo. No le imponemos al paciente
ninguna interpretación nuestra, tan solo le pedimos a su inconsciente que nos
permita acercarnos a través de recuerdos y sucesos vinculados al origen de su
problema. En este caso, a su excesiva transpiración. ¿Qué apareció? Una
violación sufrida en la infancia a manos de un familiar cercano, que ella
ignoraba conscientemente, y que fue revivida con todo el dramatismo imaginable.
¿Y cómo
puede una agresión de esa índole justificar este síntoma? Para comprender eso,
el lector debe saber que los niños agredidos no se consideran víctimas. Ellos
se sienten intrínsecamente sucios, distintos a sus compañeritos pero para peor.
Por eso
no juegan con sus amigos en los recreos, por eso se aíslan: porque creen que de
alguna manera incomprensible son ellos quienes han causado ese suceso. Y a
partir de ese momento se instaló la represión.
El recuerdo de la violación fue
eliminado de los registros conscientes y en su lugar comenzó el problema de la
transpiración excesiva. ¿Para qué? Para evitar que la abracen. Es patético,
pero esa niña lastimada se sintió responsable y comenzó a sudar de esa manera
no como defensa, sino para proteger a los demás de sí misma, que estaba
«sucia».
Cuando
la parte adulta de Elena, que ya es mamá, comprendió desde adentro,
emocionalmente, no como una elaborada construcción intelectual, el drama de
Elenita, pudo darle protección.
Y esto es también otro concepto que es preciso
esclarecer: el niño que fuimos sigue vivo y llorando como una entidad autónoma,
dentro del adulto que somos. Y cuando logramos el milagro de que la parte
adulta de nuestro paciente acepte darle protección afectiva a su parte niña,
se produce el milagro de la curación. Y no nos ruboriza usar una palabra tan
fuerte como curación.
Nosotros
decimos que hacemos verdaderos by pass afectivos. En esta operación
quirúrgica se
lleva sangre desde un lugar en el corazón donde existe ese recurso hacia un
lugar donde está haciendo falta.
Y en nuestras terapias
logramos muchas veces que la parte niña que está necesitada de afecto y
protección los reciba de la parte adulta, que muchas veces los
prodiga hacia terceros, pero nunca hacia sí misma.”
Fuente: Armando Scharowsky