Una
alumna de un colegio faltó a clases por una semana y otra compañera empezó a
decir que la primera no asistía a clases porque estaba embarazada y se estaba practicando
un aborto.
La
maestra escuchó los comentarios y llamó a la muchacha a su oficina y le dijo:
.- Por favor Ana, tráeme un vaso de agua bien
lleno.
La
estudiante se lo trajo y la maestra le dijo:
.-
Ahora tira toda el agua al piso
La
muchacha titubeó, pero al final obedeció.
Después de derramada el agua en el
suelo, la maestra le dijo:
.-
Ahora recoge el agua del piso y ponla en el vaso.
.- ¡No
se puede! Dijo la alumna y la maestra repitió:
.- ¡Hazlo!.
Y la alumna, con paños y
servilletas, fue recogiendo todo lo que pudo y lo iba exprimiendo dentro del
vaso y así llegó a llenar medio vaso de agua y estaba sucia.
La maestra le
dijo:
.- Así es como ha quedado la fama y el honor de
tu compañera. Aun cuando quieras reparar el mal que has hecho, no podrás
hacerlo. Tu compañera faltó a clases porque estaba en el funeral de su padre,
que falleció hace unos días.
Este cuento o anécdota me hace reflexionar lo siguiente...
Con cuanta facilidad hablamos de otras personas. Unas sin
saber la realidad de las cosas y otras contando lo que a nosotros nos parece
según nuestra experiencia, mapa mental o
patrones de creencias.
Poco importa la esencia divina, sagrada de la persona
criticada, de su auténtica realidad personal e intrínseca.
Lo que realmente nos importa es contar nuestra versión según
el mapa de valores y vivencias de cada cual para hacernos notar, sentirnos
superiores, poseedores de la verdad...
¡Qué fácil es hacer mala prensa a otra persona! Basta con contar sus defectos acertados o no, basta
con contar sus errores cometidos o sencillamente, criticar su forma de ser, por supuesto,
siempre bajo nuestro prisma personal.
Si. Cuánto daño se
puede hacer de manera gratuita.
Personalmente creo que no sólo tiene responsabilidad el que critica sino
también, quien le da pié a la murmuración y la queja.
Esa persona que amablemente escucha de manera tan generosa las críticas y las quejas sobre otro ser humano, que no está presente para defenderse, también nos está ayudando a que nos perpetuemos en el hábito de la queja, la crítica, el rumor...
Esa persona que amablemente escucha de manera tan generosa las críticas y las quejas sobre otro ser humano, que no está presente para defenderse, también nos está ayudando a que nos perpetuemos en el hábito de la queja, la crítica, el rumor...
Es muy fácil
difamar, criticar, burlarse cuando hay gente que escucha y lo permite. Si encontrásemos
personas que amablemente nos dijesen: "no
me interesa....", “hablemos de
otra cosa"... "no me gustan los chismes sobre otras personas…” Quizá las cosas podrían comenzar a cambiar. Seguramente recuperaríamos con mayor facilidad, esa capacidad humana del perdón a nosotros mismos y a los demás que
tanto nos ennoblece y eleva como seres espirituales y de luz que somos.
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