A poco que observemos y reflexionemos sobre lo que sucede en las relaciones que establecemos con otros, nos daremos cuenta que hay hechos que se repiten inexplicablemente una y otra vez en nuestras vidas.
Alguna vez has pensado: «siempre termino quedándome solo/a». O te has preguntado: «¿por qué todos abusan de mí?», «¿acaso mis necesidades no son importantes para los demás?».
O se te ha cruzado por la cabeza la frase: «Cuando soy yo y voy a por lo que quiero, hago daño a los demás»…
Fíjate unos momentos en estas afirmaciones bastante comunes, que suelen aparecer en forma de pensamientos o diálogos internos repetitivos. Si te sientes identificado o identificada con alguna de ellas, por el momento guárdatela, mantenla presente. Si no, te sugiero que busques las tuyas propias, ya que trabajaremos con ellas a lo largo de la lectura del artículo y buscaremos tu beneficio personal.
Estas ideas reiterativas que nos informan sobre nuestra identidad y papel en el mundo, son las creencias. Las creencias son patrones repetitivos que ocurren durante nuestra infancia o adolescencia, y que cumplen el propósito de crearnos una identidad y un marco de referencia desde dónde relacionarnos. Son necesarias para la supervivencia y son las
primeras «lecciones de vida» que solemos aprender, aunque en muchos casos, sean poco afortunadas. Son tan poderosas que funcionan como si se rigieran por un eficiente hechizo. Sucede, que en la realidad comprobamos que así es, dándoles entonces aún más fuerza de la que tienen al comprobar que están acertadas.
Ahora te animo a traer al presente tu propia creencia elegida, para hacer un ejercicio de reflexión, análisis y limpieza, que ayude –ese es mi deseo– a liberarte de alguna de esas creencias.
A continuación, responde a las siguientes preguntas:
1. ¿Cuándo fue la primera vez que recuerdas haber pensado esa creencia?
Si te ha venido un recuerdo de la infancia, es muy probable que esa sea la escena donde se originó la creencia. Si es posterior, tal vez sea una de las situaciones repetitivas que han ido dándole fuerza a tu guión, al escenario en el que desarrollamos nuestra vida cuando estamos repitiendo secuencias que nos hacen infelices.
2. ¿Quién/quiénes estaban contigo? y, ¿qué decían y hacían?
Aquí se desarrolla una parte muy importante, ya que esas personas y lo que hacían o decían, es decir, tu entorno más cercano y lo que creen que está bien o mal, constituye un mensaje crucial para ti.
En este segundo punto, me gustaría hablar sobre los fenómenos que suceden en casi todas las relaciones, que en Psicoterapia llamamos Transferencia y Contra-transferencia y que se refieren a cómo proyectamos o «ponemos» en otras personas las creencias que son nuestras o complementarias a las nuestras; y cómo respondemos a esas personas según interpretamos su conducta, sus pensamientos y sus emociones, en base a lo que creemos que les pasaba a nuestros padres o entorno más cercano cuando éramos niños.
Por ejemplo, si nos sentimos heridos porque nos dijeron que nadie nos amaría, cuando vemos que un amigo está más lejos o más distante de lo habitual, llegamos a la conclusión de que no nos ama porque «no soy digno de que me quieran» (como 1+1=2). Así es como funcionan las creencias, impulsando que nos hagamos lecturas mentales en base a vivencias emocionales anteriores.
O tal vez, si tus padres te decían que eras egoísta cuando exponías lo que deseabas, eso es exactamente lo que piensas de ti cada vez que expresas lo que quieres.
¡Todo es mentira! Cuando algo nos hace daño y vemos que se repite, es un dato a tener en cuenta sobre lo tóxico de esa situación o al menos del pensamiento que la acompaña. Algo no marcha, nos creímos el engaño porque era necesario, pero ahora podemos despedirlo, decirle adiós desde el corazón y dejar espacio para que otras cosas más sanas lleguen a nuestra vida.
3. ¿Qué estaba ocurriendo en ese momento? ¿Cuál era el contexto en el que tuvo su origen la creencia?
Me pareció importante incluir esta pregunta, porque puede darnos pistas sobre en qué personas estamos proyectando aquellos patrones de pensamiento, conducta y emoción repetitivos en nuestra vida. A veces es un gesto, un tono de voz, una manera determinada de hablar o de mirarnos, lo que provoca que nuestra reacción sea igual a la que fue en el pasado. No es real, no está ocurriendo ahora (o al menos no hasta que sepamos qué piensa y siente el otro con el que estamos reviviendo la escena infantil), es sólo una actualización de lo que ocurrió.
4. ¿Cómo te sentiste cuando llegaste a esa conclusión?
Si la respuesta es en torno a una creencia repetitiva auto-limitadora, muy probablemente vaya acompañada de un malestar. Estamos explorando aquí la parte emocional, la más interna y profunda de nosotros.
Para finalizar, te sugiero hacer un ritual, a través del cual, puedas destruir esas creencias que has descubierto a lo largo de la lectura. Las puedes quemar (con cuidado de no hacerte daño, ni dañar nada ni a nadie que esté alrededor), romper, echarlas al cubo de la basura o al water, enterrarlas o cualquier cosa que se te ocurra y tenga sentido para ti.
Una vez destruidas y para terminar, harás un trabajo emocional de auto-acompañamiento. Una pequeña visualización en la que imagines al niño/a, joven o persona adulta que vivió aquella situación desagradable, aquella en la que creyó que algo dañino le iba a ocurrir, una y otra vez (dependiendo de la creencia con la que hayas trabajado). Imagínalo como si estuviera frente a ti, y visualiza cómo lo recibes, con los brazos abiertos para darle un abrazo reconfortante de amor incondicional.
Repítele que le/la quieres, pase lo que pase, y que le/la quieres libre de aquella creencia que necesitó en aquél momento para su supervivencia, pero que ahora no le hace falta, que tú estás con él/ella y lo estarás siempre. Repítele estas frases y otras amorosas que se te ocurran, hasta que sientas que te cree, o al menos, se sienta reconfortado/a.
Cierra los ojos y empieza la visualización…Te deseo un feliz comienzo.
FUENTE: Eva Medina Rodriguez Psicóloga